En 1985, cuando el entonces Papa Juan Pablo II visitó Ayacucho, en Perú, quedó muy impresionado por la gran cantidad de huérfanos que había como resultado de la brutal violencia del terrorismo, y donó $50,000 a la Iglesia local para crear casas donde se cuidara a esos niños.
El Arzobispo de Ayacucho en ese entonces, Mons. Federico Richter Prada, inmediatamente estableció las primeras Casas Hogar Juan Pablo II en Huanta y Huancapi, dos de las zonas más devastadas por el terrorismo.
Años después, se abrieron tres nuevas casas hogar: una en Vilcashuamán, y dos para jóvenes adultos en Villa Paloma y Villa Haydee, ambas en Huamanga.
Viendo la necesidad de continuar con la obra iniciada por San Juan Pablo II y financiar el mantenimiento de las Casas Hogar y Casas Juveniles, en 1985 se crea la organización sin fines de lucro Asociación Emergencia Ayacucho (AEA) en Lima, la capital del país. Y dos años después se establece una sede en Miami.
En estos 37 años la AEA “ha ayudado a más de 1,800 niños”, dijo Úrsula Castañeda, vicepresidenta de la AEA en Miami.
Hoy en día, con el apoyo de las Religiosas Canonesas de la Cruz, de los Padres Palotinos y de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, alrededor de 90 menores, entre las edades de 3 a 18 años, son atendidos en las tres casas hogar. Y 26 jóvenes adultos que no cuentan con apoyo financiero, ni educación, ni habilidades vitales necesarias para vivir por su cuenta, son acogidos en las dos casas para jóvenes hasta que terminen una carrera técnica o universitaria, o hasta que cumplan los 23 años.
Estos menores, muchos de ellos huérfanos, ya no son víctimas directas del terrorismo. Muchos han sido abandonados por sus padres, por violencia familiar, por alcoholismo o porque están en las cárceles y entregan a sus hijos a las autoridades, quienes a su vez los envían a estas casas hogar, dijo Mons. Salvador Piñeiro, Arzobispo de Ayacucho, durante una visita a Miami, y agregó que parte de los fondos provienen del Estado peruano.
“Ahora hay muchos chicos que han sido abandonados por su familia, porque no tienen los medios para criarlos. También hay muchas familias que viven muy alejadas, en las montañas, y estas casas les dan un lugar seguro para que sus hijos se puedan criar”, dijo Castañeda.
En esta zona, “hay más que pobreza. Yo diría, hay mucha miseria. No hay nada, no hay ni una fábrica”, dijo Castañeda. El único ingreso económico es por la artesanía y el turismo. Y la pandemia de Coronavirus cerró todo y les afectó bastante.
Las casas hogar brindan a los menores un ambiente que cubre sus necesidades biológicas, psicológicas, sociales y espirituales. Se les da cama, comida, cuidado, educación con fondos que recauda la asociación en Lima y en Miami a través de galas, almuerzos, ventas de Navidad y donaciones privadas.
En la última gala realizada en Miami el 22 de octubre, además de las donaciones que recibieron, dos renombrados jugadores argentinos de tenis, Juan Martín del Potro, que llegó a ser el número 3 en el mundo, y Juan Mónaco subastaron su tiempo para jugar, y ahí se recolectó una suma de casi $4,000, señaló Castañeda.
“Es una obra muy linda y queremos darle visibilidad”. Y la visita de Mons. Piñeiro a Miami, que envía muy bien el mensaje, “nos ayuda a crear conciencia sobre esta situación y encontrar a más personas que quieran ayudar”, agregó.
La Diócesis de Ayacucho
La Diócesis de Ayacucho se localiza en la Cordillera de Los Andes, entre Lima —la capital del país— y Cuzco, donde se encuentra Machu Pichu. Es una diócesis muy antigua, se fundó en 1606.
“Ayacucho es una ciudad muy bonita, recoge toda la historia sevillana de los primeros misioneros. Las iglesias del barroco ayacuchano, las procesiones, las devociones de la primera Evangelización armonizan con el carácter creativo y artístico de nuestra gente”, dijo Mons. Salvador Piñeiro, Arzobispo de Ayacucho, después de reunirse con el Arzobispo Thomas Wenski, en el Centro Pastoral de Miami, el 24 de octubre.
Pero es una región muy pobre con una geografía muy difícil. En 1980, en esta región se inició el movimiento terrorista Sendero Luminoso y se expandió a otras regiones del país, y por 20 años ocasionó el conflicto armado más violento de la historia peruana, dejando alrededor de 70,000 muertos y la desaparición de alrededor de 21,000 personas, según el último informe emitido por la Comisión de la Verdad y Reconciliación del gobierno peruano, en el año 2003.
Aún hay muchas familias que no pueden cerrar el duelo, y darles sepultura cristiana a sus seres queridos. “Lamentablemente no se sabe dónde están esos muertos. Hay mucho dolor y mucho sufrimiento”, dijo el Arzobispo Piñeiro.
En la diócesis hay 25 parroquias activas, 50 sacerdotes diocesanos, 18 religiosos y 20 seminaristas. La dificultad más grande que tiene la diócesis es la accidentada geografía. Es muy difícil llegar a toda la población por las grandes distancias que hay de poblado a poblado, dijo Mons. Piñeiro.
Y aunque no faltan vocaciones, la pobreza es muy grande. Muchos seminaristas no pueden continuar estudiando porque tienen que ayudar a sus familias económicamente, y dejan el seminario para conseguir un trabajo.
Para ayudar
Si desea saber más sobre el trabajo de la Asociación Emergencia Ayacucho, hacer una donación o hacerse voluntario, puede visitar su página web: llamar al 305-299-2497, o en https://aeamiami.com/.
Los interesados también pueden hacerse voluntarios de la organización. Apadrinar a un niño con una donación anual de $100 para darle un regalo en Navidad, “que consiste en un par de zapatos, o zapatillas, un atuendo de ropa y un regalito”, indicó Castañeda. También pueden hacerse miembros de AEA y tener la oportunidad de viajar a Ayacucho a conocer a estos niños.
“Ayudar a estos chicos es darles una oportunidad de salir adelante, y creo que con la educación que se les da, les damos la oportunidad de hacerlo”, dijo Castañeda.